La silla turca I

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Bueno, después de una reprimenda cuyos efectos aún se sienten por parte de nuestro colega Ángel, me puse unos guantes de látex y ví qué había de nuevo en los blogs de nuestra pequeña comunidad. Palabra: coincidencia cósmica que tanto Addi como Ángel incluyeran en los títulos de sus más recientes actualizaciones la palabra "palabras". El primer aludido sacó a relucir un poema bonito, sencillo y, hasta cierto punto, digerible. Palabra: me sorprende. He de admitir, nuevamente sin temor a que me linchen, que no es el mejor poema de Addi. Sin embargo, me sorprende. Algunas imágenes oscuras bien colocadas, cierto saborcillo darky. La foto es buena, también. Al segundo aludido ya le puse que su más reciente poema era una excelente forma de cerrar lo que había venido haciendo en últimos poemas y sería estúpido de mi parte no volver a comentarlo aquí. Sí, tal vez sea un poquito largo y algunas estrofas sean densas, pero no deja de ser poesía original.

Palabra: mis colegas han hecho un buen trabajo. Les doy su sello de abejita trabajadora.

¡Oh, vanidad! Mientras el mundo se deshace entre Grecia, Arizona y el Necaxa (¿Qué ya nunca ascenderá León?), los diablos entraron en un momento de ocio y de, espero, creatividad. Más preocupados por ver quién firma y quién no. ¡He ahí el pecado mortal! Pero, como dice José Hernández en su Martín Fierro:

"Ninguno me hable de penas
porque yo penando vivo,
y naides se muestre altivo
aunque en el estribo esté,
que suele quedarse en pie
el gaucho más alvertido."

¡Basta! No soy monja regañona. Mejor, escuchen al señor David Robert Jones, quien tiene mejores cosas qué decir. Spin-offs with those who slept like corpses, Damp morning rays in the stiff bad clubs. Killing time in the '70s, Smelling of love through the moist winds.

Hoy en clase, exponiendo sobre la religión Zulú, me puse a pensar que ahi viene el mundial de futbol y entonces sabremos demasiado sobre Sudáfrica. Yo me muero porque hagan un mundial en Eslovaquia.

Hace, también, mucho calor. No lo soporto. Si soy un diablito de cabecera, por favor, déjenme vivir en el polo sur, allá donde siempre hace mucho frío. ¿Verdad que sí, Pingüino friolento? (Ah, no me digan nada, era mi cuento favorito cuando niño).

Así, sin más, les vuelvo a recomendar los dos poemas arriba mencionados. Sí, línchenme si quieren.